En las olas de tus labios veraniegos,
se me ahoga el silencio,
y la música del viento, me arrulla, terca, sin descanso.
Cómo vuela, incesante, sin tocar tu piel, el tiempo.
Y todo, todo lo tuyo, se hace dulce, dulce, en la cuesta de mis brazos.
Oh! bella, acogedora y deslumbrante Calipso,
cómo iba yo a saber que a tu lado, un año era un día.
Y ebrio entre tus palmas y tu beso adictivo,
ser más tu prisionero, que huésped de tu isla.
Estos vientos intensos, de nostalgia errante,
arrojaron mis pasos a la infinidad de tus playas,
y me obligaste a quedarme y al son del mar a amarte
tantas veces. Arrastrándome insensible de la orilla a tus rocas.
Y cómo vuelcas, ebria, en mis palmas diminutas,
el mar de tus caricias: locas e infinitas.
Y sin tregua, ni escape, de tan recia ternura
agonizo en tus brazos, mientras pasa la vida.